Cazando con los perros en casa

La comodidad urbana invita a la acción para contrarrestar el riesgo del aburrimiento. Irupé y Mafalda entran al escritorio y me invitan: quieren salir a “cazar”.

¿Qué podemos “cazar” en el fondo de la casa?. Ellas saben que los pájaros están prohibidos, entonces, ¿cómo pueden ejercitar su conducta instintiva?...

Comienzan con el merodeo. Olfatean la puerta del cuarto de los juguetes caninos y con los ladridos propios de los perros que han localizado la presa, me piden que la libere o sea, que ponga el frisbee en acción. Comienza la cacería.

 Yo colaboro en la transferencia motivacional arrojando el disco a un lugar oculto entre las plantas del jardín para que ellas lo rastreen. Cuando lo descubren, se abalanzan sobre él y ejerciendo los roles de dominante y dominada, lo cazan. Vienen hacia mí con la presa capturada y me la entregan para seguir con el juego.

Ahora el frisbee se transforma en una presa voladora. Irupé y Mafalda esperan mi lanzamiento reclamando a vivo ladrido que lo arroje. Lo hago y ellas se lanzan en una persecución donde la carrera, el salto y la captura configuran una coreografía de una plasticidad y una estética singulares.

Repetimos una y otra vez el juego hasta que los primeros síntomas de cansancio nos invitan al reposo. Las tres, de común acuerdo, decidimos poner fin a la cacería del frisbee, tiempo liberador y gratificante.

Podemos transformar al frisbee en un deporte canino o, simplemente, ejercitarlo como un juego cotidiano para mantener vivo en los perros urbanos su conducta instintiva y beneficiarnos ambas especies divirtiéndonos al mejor estilo cachorril. Un perro que juega y hace ejercicios, es un perro feliz. Y un humano, también.

¿Qué pueden “cazar” los perros urbanos?... Frisbees es una respuesta. Agradezco a Irupé y a Mafalda, perras urbanas por excelencia, la invitación a salir de cacería en el jardín de casa.

 



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