Gracias, Irupe!

Hoy 24 de agosto de 2003 cumplís siete añitos de nacida. Siete añitos de vida compartida, de aprendizaje mutuo, de pleno amor...

Como sucede siempre con el día del cumpleaños, los recuerdos aparecen como una cascada de emociones inolvidables: las visitas diarias hasta tu estadía definitiva en casa, la primera noche, los primeros juegos, los primeros límites y, en la base de todo, este gran sentimiento entre especies que compartimos.

Te debo mucho, querida Iru. Mucho aprendizaje de vida, muchas horas de estudio para comprenderte mejor, para conocer profundamente tu maravilloso universo. Te debo el haberme podido relacionar con otra especie “poniéndome en tus patitas” –tal vez, a tu manera, en estos años aprendiste vos también a ponerte en mis zapatos-.

Mientras escribo esto te miro sentada al sol, disfrutando del día hermoso, acorde con tu canicidad. Porque sos una perra bella, una mestiza con casta. El contraste de tu pelaje en blanco y negro comienza a dar lugar a un suave e incipiente gris, marca del tiempo. Aunque tu temperamento no ha cambiado mucho, algunas huellas del insobornable se notan: estás más serena y dosificás la actividad física.

Me pregunto si para vos el día de hoy tiene el mismo significado que para mí. Tal vez no. Ustedes viven sin atavismos con el pasado –eso dicen los que dicen que conocen vuestro universo interior-. Yo tengo mis dudas ... Lo que sí es verdad es que ustedes no se deprimen por el paso del tiempo, lo aceptan con esa aceptación tan propia de tu especie.

Gracias, Irupé. Gracias por cada día de estos siete años vividos conmigo. Gracias por tu constante e insobornable amor. Gracias por despertarme con tus lamidas intempestivas y recibirme a mi regreso como si llegara de algún remoto lugar del planeta después de años de ausencia cuando sólo estuve lejos de vos unas horas. Y gracias también por las marcas en mi piel, recordatorios de mi avasallamiento a tu canicidad.

Gracias. Por haber nacido. Gracias por construir desde la diferencia de nuestras especies este vínculo maravilloso.

¡GRACIAS, IRU!.

Foto y Texto: Graciela Isabel Torrent Bione

 



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