Felinos romanos en primer plano

Roma - Italia
Jornada Internacional del Gato: felinus romanus

Roma - Italia (Especial de Pedro Rizzo para "Correo del Caroní"). Es muy probable que los habitantes de Puerto Ordaz, ocupados en cuestiones más importantes e impelentes, no se dieron cuenta que el domingo 17 de febrero recién pasado se celebró la "Jornada Internacional del Gato", pero aquí en Roma la cosa se festejó a la grande con los gatófilos capitalinos dedicando mimos y cariños a sus protegidos y también a los gatos menos afortunados.


Los lectores de "Correo del Caroní" deben saber que la fecha del 17 de febrero fue escogida expresamente por las asociaciones felinas porque febrero es un mes que está bajo el dominio de Urano, el planeta de los espíritus libres, puro genio y desregulación, características típicas de los gatos.

De manera pues, que las colonias felinas de la capital, esas que están asentadas en los sitios arqueológicos más famosos, como el área sacra de Largo Argentina, los corredores del Coliseo, la zona de la Pirámide Cestia y otras más, incluidas las periféricas, recibieron una sobredosis de cariño. Porque el gato romano, el "felinus romanus" goza de un status especial aprobado por la Junta del Primer Municipio del del Centro Histórico. En dicha resolución se expresa que "dada la simbiosis entre gatos y monumentos, visto el gran interés turístico manifestado por la cantidad de solicitudes de adopción a distancia, con este acuerdo no hacemos sino reconocer al gato como un bien propio de la Ciudad Eterna, por su valor educativo, social y turístico".

Según el último censo realizado por la Municipalidad de Roma, en colaboración con las Unidades sanitarias locales, las cuales se ocupan también de la esterilización de los gatos realengos, existen actualmente 900 colonias metropolitanas y 300 mil "felinus romanus", de los cuales 180 mil son domésticos, tienen amo y viven en casa, y más de 120 mil no tienen dueños y son realengos. Como puede notarse, constituyen un número apreciable cuya asistencia está a cargo, además de las asociaciones felinas, de una de esas figuras que solo en Roma se encuentran: las famosas "gateras", damas de las más diversas clases sociales que se preocupan de dar de comer a los gatos realengos. Muchas veces esta actividad no es muy apreciada por los vecinos de los lugares donde las "gateras" llevan la comida, porque los gatos dejan las sobras, que las "gateras" - no siempre, sin embargo - no recogen y constituyen un manjar para otra especie capitalina mucho más peligrosas: las famosas ratas peludas del Tíber y sus alrededores, cuyo número se ha estimado recientemente en diez millones de ejemplares, con una capacidad reproductiva asombrosa. La gente se preguntará ¿y los gatos, no están allí para cazarlas? ¡Sí, cómo no! Los romanos aseguran que las ratas capitalinas son tan descomunales y agresivas que los gatos callejeros, para no decir de aquellos domésticos, les tienen pavor, las evitan como la peste. No es raro, de noche, por algunas calles del centro histórico, que una tremenda rata peluda se le atraviese a una comitiva turística o a un ciudadano cualquiera, provocando gritos histéricos entre las damas. Puede considerarse una "ñapa" de un tour "Rome by night": encuentro con una rata peluda tiberina.

Volviendo a los gatos, muchos personajes famosos que han pasado por Roma se han ocupado del tema. Es el caso, por ejemplo, del escritor uruguayo José Enrique Rodó, que en 1917, relatando un paseo suyo por las calles romanas escribió "La primera vez que pasé junto al Foro Trajano, ya casi entrada la noche, y me asomé a la oscura hondonada, vi deslizarse entre las rotas piedras y las matas de pasto, una sombra fugaz. A estas sombras siguieron otras y otras, en varias direcciones. Luego advertí que con aquellas cosas pasajeras solían correr unas extrañas lucecillas. ¿Almas de tribunos, de mártires, de héroes, como las que en este venerado suelo de Roma, han de reconocer un despojo de su vestidura corporal en cada grano de polvo, en cada hilo de hierba? Volví a pasar de día y las sombras me revelaron su secreto. El ruinoso Foro está poblado de gatos. Allí ha puesto su cuartel general, su concilio ecuménico, su populosa metrópoli, la que llamó Quevedo "la gente de la uña". Los hay de todas pintas, barcinos y atigrados, amarillos y grises, blancos y negros. En los cuadros de sol, sobre la fresca hierba, disfrutan, con envidiable e indolente placidez... etc,etc" (José Enrique Rodó, "Los gatos del Foro Trajano y otras páginas", Roma, 1917).

Lo que magistralmente describió Rodó en 1917, se puede ver todavía hoy en día, siempre en el Foro de Trajano, donde a la sombra de la majestuosa columna que narra las gestas del emperador durante la campaña por la conquista de la Dacia, reposan tranquilos los descendientes - suponemos - de aquellos barcinos y compañía. Pero no todo ha sido "rosas y flores", como dicen aquí, para los gatos romanos. En la II Guerra Mundial, durante la ocupación de Roma por las tropas hitlerianas, momento dramático vivido por los habitantes de la Ciudad Eterna, improvisamente comenzó la desaparición del "felinus romanus" en algunos barrios de la capital. La "leyenda urbana" que comenzó entonces a circular hablaba de gatos guisados, de gatos "alla cacciatora", en fin, cocinados según las recetas del caso, para superar de algún modo la hambruna que azotaba a los romanos. Últimamente una nueva "leyenda", no confirmada, habla de una nueva ola de desapariciones felinas en algunas zonas periféricas romanas donde viven numerosos núcleos de emigrantes, regulares o clandestinos, provenientes de países del este de Europa. Sería una manera de completar el menú cotidiano, utilizando las bondades de la carne felina. La cual, por otra parte, es apreciada en algunos centros del norte de Italia, hasta el punto que los habitantes de una importante ciudad son tildados de "magna gatt" por su costumbre - no negada - de comer carne de gato, pero preparada con todas las de la ley gastronómica.

No se cuanto sería factible llevar esta costumbre a Venezuela, a Puerto Ordaz, por lo menos, como alternativa al consumo de la carne de res, dada la escasez y lo caro de esta última en el mercado. Podría ser una solución para el problema de la proliferación de los gatos del Parque de La Llovizna, planteado por don Eliécer Calzadilla en estas páginas del "Correo del Caroní", y que daría modo a que las viejas que querían comerse los acures guisados y los pescaditos fritos, se orientaran hacia una nueva forma de consumo endógeno, utilizando materia prima local, lo que redundaría en beneficio de la economía del país. En un país como Venezuela, donde meterle "gato por liebre" al prójimo es uno de los deportes más practicados, quizás...

 



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