Una cuestion de celos con los perros

Me mirás como interrogándome. En tu mirada y en tu gesto se traduce la inquietud por la presencia de tu hermanita Mafalda en el mundo de mis afectos.

Es que vos, Irupé, sos la mayor, la que llegó primero a esta manada humana. Y no te ha sido fácil aceptar el hecho de compartir las atenciones con Mafalda. Todavía hoy, pasados ya los años, los celos suelen acapararte.

Ahora, por ejemplo. Has decidido que sos vos la que tiene el derecho de echarse más cerca de mí. Entoces Mafalda, que es más humilde, se retira a un rincón del escritorio y desde ahí me mira. Su mirada es un poco cuestionadora ... casi casi enojada. De repente, una vocalización ronca, amenazante, se le escapa en señal de protesta. Acto seguido, y contra mi suposición, se estira cuan corta es, suspira profundo y ... ¡se duerme!.

Esta actitud de Mafalda te tranquiliza. Tu mirada vuelve a brillar y tu gesto se transforma en una lamida vigorosa y alegre sobre mi pierna. Después de todo, ella aceptó eso de la jerarquía y, respetuosa de tu posición en la manada, no te ofreció pelea.

Mientras yo sigo escribiendo, ustedes descansan confiadas en el amor que compartimos. Saben que es lo suficientemente grande como para abarcarlas a las dos.

 



Recomendar a un amigo...