Los Perros y las Emociones

Al mirar esta imagen, ¿podemos dudar que ambas especies comparten la misma emoción en el instante preciso de ser fotografiadas?...¿Podemos dudar de la emoción de la representante de la especie humana?. No. La alegre ternura que moviliza su espíritu es evidente. Y acaso, la emoción que siente la representante de la especie canina, ¿no es la misma?. Sí, para mí y para muchos otros que, como yo, creen en el mundo emocional de los perros.

Reconocer que los perros se emocionan es una victoria sobre la soberbia de algunos humanos integrantes de la cúpula eclesiástica cristiana del siglo XVII, sobre Descartes y su seguidor Malebranche, sobre los behavioristas y sobre todos aquéllos que aún hoy niegan esa capacidad a los perros y los condenan a la servidumbre.

“Emoción: excitación repentina del ánimo”. “Animo: alma o espíritu”. Estas definiciones básicas del diccionario afirman la existencia de un alma o espíritu capaz de movilizarse y traducir ese cambio en una emoción. Sin alma o espíritu no hay emoción. Y viceversa. Cuando mis perras celebran mi llegada y abandonan su letargo para brincar y lamer mi cara, están manifestando sus emociones. Cuando me invitan a jugar y me niego, la expresión de toda su canicidad evidencia la tristeza que las embarga. Y es una emoción.

En el siglo XVII, la iglesia católica controlaba la mayor parte de las investigaciones y seguir aceptando el punto de vista que mantuvo hasta después de San Agustín, reconociéndoles a los animales la posesión de todos los aspectos de la mente incluídos la vida espiritual y el alma, no les convenía más. Es entonces cuando revisa sus opiniones y decide negarles junto con la inteligencia, las emociones, el estado consciente y los demás aspectos de la mente, el alma a los animales.(1). ¿Cuál sería el rédito de esta brillante inspiración supuestamente derivada de la sabiduría de estos soberbios incuestionables?...¡Impedir una crisis poblacional en el cielo y un problema filosófico en la tierra!.
Descartes, un obsecuente con la iglesia, desestima a quienes llegan a una conclusión contarria y en “Discurso del Método”, dice que pensar diferente a lo que sostiene la cúpula eclesiástica cristiana es un error y que “no hay ninguno más poderoso para apartar a las mentes endebles del sendero recto de la virtud que la suposición de que el alma de las bestias es de la misma naturaleza que la nuestra”. Nicolás Malebranche, filósofo francés y seguidor de Descartes, afirmaba que los animales “comen sin placer, lloran sin dolor, actúan sin conocimiento; no desean nada, no saben nada”. El argumento de la negación e Descartes del alma y la emoción a los animales se usó para justificar la crueldad para con ellos.

Personalmente creo que la Naturaleza abarca a la filosofía y a la religión y no al revés. Es por eso que, más allá de las conveniencias de poder y soberbia humanos, siempre termina manifestándose. Y en este caso lo hizo a través de las contradicciones que tuvieron estos científicos y filósofos extremistas. Monsieur Grat era el nombre del perro de Descartes; un perro muy mimado y al que el filósofo le hablaba como si de una persona se tratara, se preocupaba por su salud y a veces especulaba con lo que Monsieur Grat podría estar pensando. Evidentemente, en su vida privada, Descartes actuaba en absoluta oposición al argumento profesional que defendía. ¿Conveniente doble moral para lograr el beneplácito del poder de turno?...
El Descartes público dejó herederos: los behavioristas. La aproximación a las acciones animales que realizan se basa en una observación externa de movimiento antes que en una observación de estados internos. Deseo, intención, razón y cualquier palabra que connote pensamiento consciente están excluídos del vocabulario behaviorista. Pero Descartes también les “heredó” la contradicción entre el hombre público y el hombre privado: el concepto de los behavioristas tan sólo es válido para el laboratorio y los análisis científicos derivados de él. Cuando se trata del perro propio les resulta perfectamente comprensible y hasta necesario atribuirle estado mental consciente, más allá de la necesidad de negárselo en público. ¿Miedo al ridículo, a la desaprobación, a perder el falso estatus de especie dominante?...

La inquietud que le planteó a Descartes la marquesa de Newcastle sobre la posibilidad de considerar que los animales con órganos similares a los nuestros pudieran tener pensamientos similares a los nuestros “aunque de una especie menos perfecta”, tuvo que esperar dos siglos para encontrar la respuesta. Respuesta que llegó con los trabajos de Charles Darwin. “(...) los sentidos e intuiciones, las distintas emociones y facultades, como el amor, la memoria, la atención, la curiosidad, la imitación, la razón, y otras cualidades de las que se jacta el hombre, se encuentran en condición incipiente, y a veces bien desarrolladas, en los animales inferiores”.(2).
Entre las muchas investigaciones de Darwin, cuyos resultados publicó en forma de libro está “La expresión de las emociones en el hombre y los animales” (1872), preanuncio de los futuros trabajos sobre Etología comparada y Comunicación no verbal.

Según los enfoques etológicos contemporáneos, la emoción debe ser considerada como clase de conducta adapatativa en el contexto de la evolución.(3). Se puede deducir que, dada la importante función evolutiva de las emociones de los animales, la evolución puede estar basada en las emociones. Ciertos problemas comunes relacionados con la supervivencia, alimento, pareja dispensa y recepción de cuidados encuentran respuestas genéticamente programadas: las emociones. Según Whitney, el mundo de las actividades de los perros responde más a las emociones que a la inteligencia. Y son las emociones las que los asemejan más a los humanos. Una de las emociones más fuertes, incluso más que el hambre, es el miedo. (4). ¿Cuáles son los miedos más grandes de los perros?. Coincido con Jeffrey Masson que son la soledad y el abandono.

“Es casi imposible dudar que el amor por el hombre se ha convertido en algo instintivo para el perro.(5). El cambio ocasionado en los instintos de los perros domésticos es el “amor por el hombre”. Amor que también generó en ellos nuevas emociones”. “(...) un perro que no tiene habilidades instintivas sobresalientes puede poseer un mejor nivel de inteligencia emocional. (...) no existe una relación obligatoria entre la inteligencia emocional y la inteligencia de funcionamiento y obediencia”.(6). Un perro reacio a la “obediencia debida” o exagerado en sus expresiones vocales puede ser un perro con un mundo emocional sorprendente.

Miremos una vez más la fotografía. La ternura, la alegría, el amor compartido entre las dos especies y plasmado en ella, ¿es tan sólo el resultado de una lectura subjetiva de esta imagen?... El lenguaje no verbal a veces es más elocuente que el de las palabras. Y una imagen vale más que mil palabras.

(1). Coren, Stanley. “La fabulosa inteligencia de los perros”.
(2). Darwin, Charles. “La descendencia del hombre”.
(3). Harré, Rom y Lamb, Roger. Diccionario de Etología y Aprendizaje Animal.
(4). Whitney, León. “Psicología y adiestramiento del perro”.
(5). Darwin, Charles. Citado por Jeffrey Masson en “El mundo emocional del perro2.
(6). Gonzalez, Claudia. “La inteligencia emocional de su mascota”.

 



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