Emociones caninas

Los perros sus emociones 

Del mismo modo que la inteligencia y la comunicación en los animales han sido y todavía hoy son cuestionadas en muchos ámbitos científicos, las emociones de los perros son también puestas en tela de juicio. Esto es así debido fundamentalmente a que las emociones -es decir, la ansiedad, los celos, el extrañar, la alegría y la frustración, entre otras- son muy difíciles de cuantificar y, por lo tanto, de medir. Por tal motivo muchos científicos -más precisamente aquellos que sostienen que únicamente lo calculable y mensurable corresponde a la realidad- no sólo cuestionan la existencia de emociones en los animales, sino que directamente las niegan, ya que para ellos lo que no se puede medir no existe. 

Sin embargo, por suerte, este pensamiento no es uniforme en toda la comunidad científica. Un ejemplo de esto es Konrad Lorenz, Premio Nobel de Medicina en 1973, quien en su libro La decadencia de lo humano cuestiona seriamente esta postura. Lorenz reconoce que "a las ciencias naturales de orientación cientificista les está prohibido hablar sobre cualidades del sentimiento, porque no son definibles en el léxico de las ciencias exactas". Luego aclara que "se ha de explicar, de manera convincente, que los acaecimientos de nuestra experiencia subjetiva poseen un grado de realidad idéntico a todo lo que se puede expresar con la terminología de las ciencias naturales exactas".

Comparto totalmente esta línea de pensamiento y también creo que las emociones en los perros no sólo existen, sino que también pueden ser estudiadas en forma experimental en el lugar donde ocurren habitualmente, es decir, en las casas de familia que tienen uno o más perros.

Veamos un ejemplo. Batu, un perro de raza labrador, tenía nueve meses cuando lo conocí. Su propietaria me consultó por un problema sumamente serio que había surgido en la convivencia. La persona en cuestión, que hasta hacía una semana no trabajaba y llevaba a Batu a todos lados sin dejarlo ni un instante, había comenzado a trabajar y a dejar solo al perro en el departamento durante alrededor de ocho horas diarias.

Después del primer día de trabajo, al regresar a su hogar debió escuchar las quejas de los vecinos debido a que Batu, durante su ausencia, había estado ladrando y aullando permanentemente. Sin embargo, esto no fue todo, ya que al ingresar en el departamento encontró más de la mitad de los muebles literalmente destruidos, la puerta de salida totalmente rayada por las uñas del perro, y pis y caca por todos lados. La desesperación y la bronca de su dueña hicieron que Batu recibiera una contundente paliza. No obstante, los hechos se repitieron sistemáticamente de lunes a viernes. La dueña, consciente de que su actitud no solucionaría el problema, decidió consultarme.

Un sábado por la mañana nos encontramos en el departamento semidestruido Batu, su propietaria y yo. La mujer estaba segura de que su animal experimentaba una emoción muy concreta: bronca, y que actuaba de la manera que lo hacía por venganza.

Debido a que mi diagnóstico del problema era otro, antes de decírselo a su dueña le pedí que realizara una prueba: tenía que simular que partía para el trabajo realizando todos los preparativos previos, es decir, buscar un abrigo, la cartera y las llaves, pero en lugar de regresar a las ocho horas debía hacerlo a los cinco minutos. Fue notorio cómo durante los preparativos Batu comenzó a inquietarse y a seguirla por todo el departamento, y apenas su dueña salió del lugar comenzó a saltar sobre la puerta y a ladrar desesperadamente. Debido a esta circunstancia la mujer tuvo que regresar a los dos minutos y no a los cinco como estaba programado. Al ingresar en el departamento Batu la saludó, saltando de alegría, como si hiciese meses que no la veía. La cara de sorpresa de la mujer hizo que mi diagnóstico del problema no necesitara demasiadas explicaciones. Batu sufría de ansiedad y angustia por la partida de su dueña y actuaba de la manera en que lo hacía para tratar de ir a su encuentro, de lograr que ella regresara y de aliviar la tensión que le provocaba la soledad. Por tal motivo la saludaba efusivamente, demostrando gran alegría a su regreso.

En síntesis, Batu sentía una gran frustración al quedarse solo y no poder ir junto a su propietaria; la extrañaba sobremanera durante su ausencia y se ponía sumamente contento con su vuelta al hogar. Esta es una clara demostración de que las emociones no son sólo propias de la especie humana, sino también de la canina, a pesar de que muchos, sobre todo aquellos que nunca convivieron con un perro, sostengan lo contrario.

.


Extracto del libro "Nuestro perro"
Autor: M.V. Claudio Gerzovich Lis
Comportamiento animal
Para consultas con el autor clic ( aquí )

Atención a domicilio - Buenos Aires - Argentina.
TEL: (54 - 011) 4659 - 1958 / (54 - 011) 15 - 41 - 40 - 7605
Fax: (54 - 011) 4659 - 1958

Fuente visitar: www.comportamientoanimal.com



Recomendar a un amigo...